Lo que brillaban eran tus pupilas. Tus pupilas dilatadas hasta sus límites desapareciendo en el oscuro de tus ojos. Tus párpados eran como lilas. Y unas ojeras que hubieses querido cortar para truncar el paso del tiempo y contener el demacre. Pero tu cuerpo, junto con el de los cientos de personas que estaban allí no se iba a detener. Todo iba hacia arriba, os creíais imparables en aquella ficción. Así es como te pienso en aquel concierto en el Madrid del 7 julio de 1982 en un bochornoso día de verano. Justo antes del agua. Esta historia que me devuelves rota la recuerdas sólo hasta el momento en el que el grupo salió al escenario. Cuando el vocalista apareció comenzó a llover. Empezó la tormenta. Siempre me has contado esta historia como el hito histórico que fue y que hoy pertenece al imaginario de una generación que vivió esa celebración sin saber que sus cuerpos eran el parapeto de la violencia institucional de su tiempo. Cuerpos que atestiguan la historia que no se ha narrado, y que pertenecen a una memoria que se quema y se transforma en millones de pavesas que se pierden en el oscuro de esa noche y de las muchas otras que vivisteis juntos.
La historia que describo a trozos pertenece al fragmento de un relato familiar que he compartido con cada una de las cinco artistas que ocupan el espacio y que ahora también les pertenece. Esta exposición que tiene como título: Fragmentos de cuerpos pasados que brillan tenuemente y luego se desvanecen, se refiere a corporeizar los códigos de lo que ocurre antes de narrar la historia y que nunca podremos materializarlos pero que rozan e irritan los relatos históricos permitiendo otras narrativas. Se trata de recoger gestos y relatos que sólo pueden habitar en lo corporeizado, a causa de tener lugar a través otros códigos de representación. Es el caso de Song (2013) de Xisco Mensua, una narración visual que el artista construye a modo de canción en doce partes por medio de imágenes de archivo mediático. Aparece así una intrahistoria de nuestra realidad política más inmediata que se describe en las doce escenas propuestas.
Sobre la vocación del acercarse a los vestigios presenciales de la ausencia desde una memoria común que contamos, y que se ficcionaliza cuando la compartirmos se encuentra el trabajo de Greta Alfaro. La serie de Still Life With Books (2019), un grupo de esculturas realizadas de hojas de libros impregnadas en azúcar, nos remite a la pérdida o imposibilidad de comunicación, así como a la difícil relación que en ocasiones mantiene el texto y la obra de arte entre sí, o la de ambos con sus autores y público. Asimismo, Puerta IV (Pasado mañana) (2021) de Marina González Guerreiro es un espacio de narración de recuerdos o deseos de cambio que se construyen en el día a día como un lugar al que escapar de nuestra vida cotidiana. La materialidad de cada uno de los objetos que la contiene construye una nueva posibilidad de transformación emocional. Sobre el acercarse a los vestigios presenciales de la ausencia desde una memoria común se encuentra Albert Camus, el verano (2022) de María Tinaut. Un dibujo construido a partir del rescate de las palabras: cielo, azul, agua, ola y mar, extraídas de uno de los textos de Albert Camus. El resultado es el dibujo de un horizonte que se compone a través de fragmentos de los recuerdos del escritor y que ahora viven atrapados en una nueva presencialidad. En la lucha por abrir un espacio entre el análisis y la acción se localiza el registro de la acción de Mira si he corregut terres (2020) de Mar Reykjavik que cierra la exposición. Una obra de escena dividida en cinco actos donde trabaja en torno a los cruces entre tradición y tendencia. La performance trata de asir qué hay de anacrónico en la tendencia y si esta activa otros posibles relatos a través de los retazos del pasado.
Cada uno de los trabajos de las artistas pertenecen a aquellos fragmentos pasados que actúan como mediadores de los hechos que quedan por narrar. Tratan de buscar una proximidad, no una objetividad, que las devuelve al punto de partida y al de retorno en aras de preguntarse lo que hay detrás de esas intersecciones de la historiografía, del afuera del texto como una triste representación de la vida.
Paula Noya de Blas