Comisariado: Paula Noya de Blas
Como el muro de un castillo.
Me asalta vibrante día a día a cada hora en punto.
No puedo parar de repetirlo.
Como el muro de un castillo protejo los deseos; como el muro de un castillo, construido con mis manos que son de adobe y paja. Lo cimento poco a poco y lo levanto hasta su límite, hasta su parte más alta. Me detengo cuando corta con el afuera si es que hubiese. Arriba están sus almenas que son la emoción, las mismas que abrazas tan fuerte hasta ahogarlas y hacerlas añicos. Me asomo a aquella escena con los ojos fríos e inundados de sangre mientras llueve el fuego en el exterior. Les sale la sangre, les sale todo a borbotones. Empiezo otra vez.
Mi fortuna es protegerme en el castillo que son los pasos de mi vida, son los escalones que subo y bajo y al revés. También del revés. Un lugar de Grandes Esperanzas con muchas cornisas que se recorren con la palma de la mano, las conozco con los dedos, están muy adornadas, con muchas volutas, animales, acanto, palmetas, después coronan en un gablete con tracería
como la de tu pelo.
Enredo, anudo,
(te) peino y empiezo de nuevo.
Como un lugar que no existe.
En sus interiores altos y largos corro muy rápido por sus pasadizos y me escondo tras sus cortinas y las escribo. Puedo garabatear algo en sus plisados; hago un mapa de memoria que contenga mis pensamientos; que los detenga. Escribir es un material inexacto y torpe que restaura los pensamientos. Cuando me enzarzo en las palabras deseo mantener la creencia de que existe una razón fanática para creer y no sucumbir. Somos lo que sentimos. Me arropo en la tela y me refugio en su hueco después de que hui del dolor. Lo que es. Ninguna fantasía. Solo los detalles […] no sé si el mundo es mejor o peor de lo que ha sido, sé que la única angustia proviene de huir. (Kathy Acker, Grandes Esperanzas).
Una oda para ti.
tu coletero, el mío.
Un ramillete.
En el escribir un diario y dejar constar las vivencias y emociones se asienta el trabajo de Sandra Mar. Para su primera presentación en la galería Rosa Santos propone una serie de trabajos inéditos en los que predomina el uso de el barro y el metal. La exposición que tiene como título La sangre, los ojos o el ramillete es un proyecto cuyas obras se presentan como un poemario representado a lo largo del espacio en distintas imágenes o situaciones instalativas. El trabajo que ha realizado para la muestra se compromete con dotar al texto de corporalidad material y poner en valor formas de producción escultórica que han quedado denostadas y categorizadas de artes menores, como es el ejemplo de la cerámica, la joyería o la orfebrería.
Afirmaba Octavia E. Butler en su texto Furor escribendi que la escritura es una praxis obsesiva en la que no existe virtuosismo o genialidad en la ejecución de la misma: Escribe, escribe todos los días. Escribe tanto como si tienes ganas como si no. Elige una hora del día. El trabajo de Sandra Mar se enmarca dentro de esta metodología del escribir, establece su práctica en lo consuetudinario. Cada día escribe o garabatea en el papel, construye un cuaderno de barro, y después lo araña con su escritura. Escribe en el barro para conservarlo como una ley, para dejar constar emociones interrumpidas y ofrecer al lector una narración abierta. En las obras que presenta en la exposición aparecen recursos literarios propios de su trabajo como son sus dibujos, reescrituras, recortes, recuerdos, versos propios o ajenos que rellenan su archivo objetual. Confecciona sus cuadernos como una praxis que más tarde materializa en el barro con el afán de dejar constar lo que piensa, vive, o desea en el escribir.
El castillo como metáfora conductora de esta serie de trabajos se protege y se cuida como un jarrón. Sandra lo construye a trocitos con los dedos, es el cuerpo de una emoción detrás de otra que ordena en el hacer. Los objetos que produce están connotados por una potencia icónica que queda consensuada en las masas y formas en diálogo con el barro. El resultado de su proceso de trabajo tiene su base en acumular material, estirarlo hasta hacerlo partir, y es en su rotura donde se produce un exceso de narración y lenguaje. Ritmos y contrarritmos en los que siempre afirma romper, estallar y deformar los componentes con los que trabaja.
Este proyecto es el reflejo de cómo la producción artística de Sandra está íntimamente marcada por un profundo compromiso entre su cuerpo y un enfoque experimental sobre los materiales que utiliza. Como resultado de esa tensión su aproximación escultórica se vuelve fracturada y metafóricamente porosa, tanto que surge como un terreno de juego para explorar la experiencia humana en toda su realidad física y psicológica. De tal forma que recorrer las obras que habitan la exposición nos lleva a construir una narración emocional propia a través de los retazos textuales que se encuentran en cada una de las obras.
Paula Noya de Blas