Se balancea para resistir.
Se balancea y casi lo alcanza.
Se balancea y por eso no existe.
Se balancea y hace una incisión.
Surca la comisura de la boca hasta yacer en la ojera.
La exposición que hoy recorres comienza con un sonido que ensordece algunas letras. Empieza el día en el que Mar me contó que su abuelo le decía que la barriga se ríe cuando uno está en el columpio y el estómago le da un vuelco. La risa de la barriga es aquello que ocurre en una situación liminar, en el momento en el que las vísceras se agitan y chocan entre sí. En el hueco que se injerta vacío justo encima del estómago, cuando tus entrañas están volteándose. En ese vaivén de arriba hacia abajo es donde se inscribe la trayectoria que dibuja la sonrisa. Nunca se mantiene en su sitio sino que estalla en risa difusa, efervescente, y goza dilatándose fuera de sí, muy lejos de cualquier centro. Ahí pierde el control, reafirma su inestabilidad.
Ahora dibuja un segmento articular que puede ser cada vez más corto o más largo. Hazlo más o menos así:
Agarra muy fuerte las manos a la altura de tus hombros e impúlsate. Echa tu cuerpo hacia atrás con todo tu peso. Tu tronco lo sostendrá. Tus manos se hundirán en las cadenas. Te lanzará hacia delante. Baja y flexiona las piernas hacia delante y hacia atrás, no pierdas perspectiva del tronco. Cuanto más contraigas los abdominales más impulso vas a darte. Al subir la barriga se ríe. Repítelo una y otra vez hasta detener la acción, justo en el momento en el que intuyas que puedes dar la vuelta completa a la estructura superior. Casi lo lograrás. Espera a que baje la intensidad del balanceo y salta. No pierdas el equilibrio. Titubea al caminar.
Es en esa misma secuencia de movimiento donde se recorre el espacio. Se hace agarrando el hilo viscoso que la mantiene: una cadena de significados que comienza con la acción y que se transmite por medio de objetos, textos, e imágenes. Un órgano cuyo tejido contenedor es plateado, sonoro y tiene incisiones a modo de texto que disciplinan la partitura. Los trocitos de papel de plata, mostrados en forma de secuencia, preservan el texto y parte de la sonoridad de la acción, que la conserva flexible, maleable y fácil de magullar. Como un castigo en el que escribes cien veces hasta que lo aprendes. Y es en esa piel donde Mar graba lo que parece que son las normas de una acción que aún no has visto pero que ya se oye de fondo.
Se escucha una voz y el texto ahora es sonido. En el afuera de la sonrisa hay una ficción sonora que parece anclarse en un tiempo presente que tropieza constantemente con el pasado. Son las voces de una memoria oral, que trata de recuperar la historia de una experiencia de complicidad, afectada por múltiples violencias. Es la voz de Mar dando instrucciones a sus hermanos mientras tratan de revisitar lo que parecen ser juegos orales.
Reconstruye una imagen.
La representación se desvela cuando rodeas la gran estructura de aluminio, un segmento curvilíneo que funciona como un retenedor. La forma es una experiencia simbólica cuya tensión es imposible de repetir en un cuerpo. Su interior es una encía que preserva el display de vídeos que hasta este momento ha estado sesgado a lo largo del recorrido y que ahora se reconstruye. En las pantallas se muestran materiales que están montados entremezclando imágenes de su repertorio afectivo, que en ocasiones vuelven al lugar del recuerdo a cámara rápida destripándolo como una entraña. Estas imágenes se solapan con las de sus hermanos repitiendo aquellos juegos que antes escuchabas de fondo. La estructura demuestra ser una risa aquiescente de las víctimas en relación a su propia opresión en los momentos en los que los hermanos de Mar se ríen y trolean la partitura. Qui se’n riga, pagarà. Parece que cada vez que ríen rompen con la posibilidad de aceptación en la cesión del espacio propio hacia lo reglado. Son risas que confirman la inestabilidad, que se instalan cuando el lenguaje se seca y que constantemente ponen en crisis la experiencia dirigida sobre lo que debe ser la acción.
El dispositivo acaba aquí y vuelve a empezar en las referencias, diálogos y conversaciones cruzadas. En las risas, en su contracción y relajación muscular, en la dismorfofobia de los cuerpos cuando se reflejan en la gran forma de aluminio. En la estructura que se yergue, cubre el espacio, y se abre para unirse a los repliegues de sus comisuras. En un sistema que se alza a lo alto, cubre a franjas, recubre, descubre, estira, contrae, y da brillo suave a los cuerpos que regresan a él. Aquí vuelve a empezar.
Paula Noya de Blas