Cuando hablamos de pintura, ¿de qué intentamos hablar? ¿qué queremos decir? ¿Es legítimo intentar mantener una conversación sobre (en) pintura, como si en esta práctica concreta se vieran involucradas todas y cada una de las diferentes problemáticas que afectan al arte, en tanto que práctica social, en un tiempo que ha expulsado sin remedio –por decirlo con Badiou– al dios de la religión, de la historia y de la poesía?.
Se ha hecho habitual referirnos a la pintura como una práctica que, en el marco del “arte contemporáneo” en dominio, encuentra difícil acomodo porque en ella se identifica un orden disciplinar que no responde a las necesidades de una lectura interesada facilitada por la crítica a la obra de arte a través de la crisis de la autoría en el interior de una crítica mayor como es la del individualismo. El descentramiento y posterior destitución de lo absoluto en todos los órdenes, ha traído la negación, en el último siglo, de todo aquello afecto a lo que se da o se piensa como Uno, a la representación de un absoluto por débil o transitorio que se pueda presentar. De esta manera las opciones pensables, en líneas generales, se han suscrito a la explotación de la nostalgia de la pérdida, o al espacio abierto por la diseminación, lo diverso, lo múltiple y todos aquellos conceptos que traman un exterior de un mundo siempre insospechable.
Los trabajos de Juncal Ballestín y Néstor Sanmiguel pertenecen a esta otra posibilidad que entiende la práctica de la pintura desde una noción de tradición en el interior de un espacio descategorizado que posibilita la experiencia de la libertad en tanto que acontecimiento que se dá en el decir haciendo.
Juncal Ballestín.
Alejada de los circuitos habituales del arte, ha cimentado su trabajo alrededor de la lentitud y la contemplación. Interesada en los procesos, su mirada reflexiva (ex)pone la experiencia estética frente a las cosas tal cual son, siendo este “ser” un devenir “siendo”: soy aquí, soy ahora. Una noción fuerte y moderna de naturaleza y fugacidad como límites, viene a ayudar un posicionamiento –reflexión hablante– que intenta nombrar lo presente en un “ahora” de la aprehensión poética: un afuera irreductible. La contemplación en Juncal Ballestín, está exenta de connotaciones místicas, contemplar en ese afuera es disponer la atención sobre lo que da, porque para esta artista el arte es el modo contemporáneo de asomarse a la trama interna de la realidad más allá de todo atisbo metafísico, una contemplación. Una realidad como entresijo del mundo en su aparecer es de lo que hablan sus pinturas, instalaciones o vídeos. Tensionada la mirada de su pensamiento entre Nietzsche, Heidegger y Blanchot, Juncal Ballestín solo se ocupa de lo que está al alcance de la mano y el ojo, tan intenso y directo como un amor cuerpo a cuerpo.
Néstor Sanmiguel es un artista de aquellos que se les asocia con la lentitud. Aliado quizá con el différer de Lyotard, parece identificarse con esa tradición que empuja a los artistas a exponer sus crecimientos como una (quizá única) forma de hacer. El tiempo y su uso (estar haciendo) es uno de los elementos principales en la construcción de su trabajo. Pinturas, esculturas, acciones, instalaciones, trabajos individuales y trabajos en colaboración, dan cuenta de su posicionamiento creativo. Un posicionamiento siempre crítico que dejó su larga influencia en el desarrollo del Colectivo de Acción Artística y Espacio Alternativo A Ua Crag. Red District o el Segundo Partido de la Montaña entre otros. Es conveniente resaltar la importancia de la palabra “trabajo” en Néstor Sanmiguel porque en pocas ocasiones vamos a encontrarnos frente a un artista que aborde la praxis del arte desde una clara y decidida posición del uso del tiempo: desde el hacer. Trabajo, no tanto en estricto sentido político, económico o religioso, sino en sentido vivencial, que si bien tiene grados distintos de todos estos sentidos, organiza de modo diferente el “trabajo de vivir”