¿Cómo se puede ser bestia y bruta a la vez, si la bestia alude a un animal salvaje indomable y la bruta a un animal tosco y de carácter violento?
Son bestias.
Son brutas.
Son ideales.
Son esculturas esculpidas con pis. La cara oculta de los riñones. Los riñones sanos filtran alrededor de media taza de sangre por minuto, eliminando los desechos y el exceso de agua para producir orina. Cada riñón está formado por un millón de unidades de filtración.
Son filtraciones de agua en yeso, de yeso en rama, de corriente en fibra, de sustancia en forma, de inspiración en lengua.
Son muchachitas indecibles, obstinadas en una vida féliz y tercamente infantil. En la llanura, a estas muchachitas la vida les ha sido confiada como una potencia antes ejercitada en el interior de las esferas. En el río, han salido del huevo, meándose en el cascarón. Han desovado en la orilla y de la gelatina que rodea los huevos croan ranas. La sustancia del mundo ha sido desgarrada.
Si no quieres ser una rama desgajada que va y viene y se hunde a merced de la corriente, entonces tendrás que ser el torrente mismo, todo él desde su nacimiento hasta la desembocadura en las aguas del mar.
Son remiendos para un charco. Sortilegios de sujeción. Remendada la fractura sutil que divide la pura vida de las ramas y la vida humana, la naturaleza y el lenguaje.
No dar un palo al agua. Son lounges en plena corriente.
Son la pérdida de la esperanza, o sea, la destrucción irreparable del paraíso, que ahora ellas celebran como la fiesta del tesoro escondido: un tesoro oculto en su plena exposición, en la absoluta, trágica y cómica, ausencia de todo secreto.
Son adverbios porque no son un qué, sino sólo un cómo. Son irreparablemente como son. Son modos. Son modales.
Son muchachitas de caprichosos modales, siempre plurales y en constante errancia y también arrogancia, como una legión infernal pero pacífica de miembros, como los ángeles o como la plebe.
Son los desperdicios, los deshechos.
Son plebeyas y republicanas. Ellas no actúan sino que interrumpen, no dan un palo al agua e invitan a reír en la terrorífica certeza de saberse una con las demás vivientes.
Son fragmentos de cuerpos o de vegetales que ocupan una geografía entre la realidad y el sueño. Tenue ternura.
Son una colección de encantamientos, un compendio de imágenes canalizadas a través de una carga de cal y otra de canto.
Son una colección de encantamientos, un compendio de voces canalizadas a través de una carga de canto y otra de cara. Ora misterio, ora energía.
Son una colección de encantamientos, un compendio de formas canalizadas a través de una carga de cal y otra de arena. Ora arrastre, ora empuje.
Son manos ambientales que movilizan el aire, a la par que buscan formas, sujetan palos y atan cuerdas, forjan yeso y modelan telas como melodías horadadas.
Son altavoces de voces bajitas de nombres raros.
Son sortilegios de la forma, porque si se quiere realmente cambiar una cosa en otra, es menester nombrarla y volverla a nombrar mientras dure el aliento.
Son secuencias de gestos del cuerpo de la escultora y la materia de la esculpida que invocan energías como luz y calor, la fuerza que atrae el imán y otras que se perciben como peso, forma, color y sonido.
Son formas de lucha y luchadoras en plena forma.
Son sortilegios de amarre. Si la sustancia del río ha sido desgarrada, es urgente unir, en una larga danza, el sonido de la voz y los movimientos del torax y de las manos.
Son un tripartito de emoción, un gobierno en oposición, entre manos, ojos y corazón. Los riñones, en la oposición.
Son visiones inmundas, tiernos eruptos, erupciones del amor antiguo.
Son señuelos de otras vidas, las aún por venir.
Son lo que están siendo, clamores, el intercambio de valor entre lo que cuestan los dos ojos de la cara y lo que cuesta un riñón.
Son la partitura de una danza de dragones recién nacidos. El fuego aún chorongo y las alas aún soplido.
Cuando levantas una piedra, la tierra se aligera y la mano es más pesada.
Son el acople de muchas manos, muchas muchas manos, que, como las areniscas frente al viento, se resisten a dejar de ser manos, a dejar de agarrar, de sujetar, de empuñar.
Son puños y puñetas.
Son el acople del esternón y la garganta. Son apoya-gargantas y reposa-clavículas. Los codos quedan al aire, por encima del turbante.
Son turbaciones. Turbaciones mecánicas.
Son apéndices y páncreas. Depuran, depuran, depuran.
Son aprendices de gargantúas que dejarán sus estudios para dedicarse a la danza. Y a las manos. Y a los remos. Y a las barricadas.
En un flujo turbulento aparecen vórtices de diferentes escalas que interactúan entre sí. La fuerza de arrastre entonces aumenta debido a la fricción en la capa límite.
Dar un palo al agua o cómo darle el palo al río.
Yo también soy bailarina y un día Elena me invitó a bailar con ella y con sus esculturas. Y qué risa nos daba aquello, porque una de nosotras no podía dejar de abrir mucho la boca y hundir el pecho, la otra no paraba de abrir los brazos, extender la pelvis y sacar el culo, la otra rechinaba los dientes y alzaba el cuello, mientras la otra golpeaba con el talón el suelo y la otra escanciaba escanciaba escanciaba, qué risa que no podía parar de escanciar de silbidos la cintura entera.
Idoia Zabaleta