Chema López
Vie, 25 de marzo - Vie, 20 de mayo, 2022
Carta de Quebrados
Carta de Quebrados Galería Rosa Santos (València) A partir de la ficha policial [1] surge, en el siglo XIX en Francia, lo que hoy conocemos como documento de identidad. Un documento con estructura reticular, que va asociado a una persona, que incluye su fotografía y apunta descripciones de apariencia neutral y objetiva sobre su procedencia, […]
Carta de Quebrados
Galería Rosa Santos (València)
A partir de la ficha policial [1] surge, en el siglo XIX en Francia, lo que hoy conocemos como documento de identidad. Un documento con estructura reticular, que va asociado a una persona, que incluye su fotografía y apunta descripciones de apariencia neutral y objetiva sobre su procedencia, edad, aspecto físico y situación personal junto con otras características que van mutando con el tiempo. Pero ya desde su origen es manifiesta la intención de utilizar estas fichas con el fin de clasificar y controlar, en primer lugar a presos y delincuentes; posteriormente a sindicalistas, anarquistas y mujeres; y finalmente a toda la población. En Carta de Quebrados, Chema López construye su obra alrededor de la historia de éste y otros certificados que aparecen en varios territorios y momentos históricos, algunos son carnés de afiliación usados en tiempos de guerra, y otros surgen con el objetivo de identificar, catalogar y segregar a distintos grupos sociales. Pero el recorrido que aquí se nos propone no es únicamente una comparativa entre individuos según su categorización institucional, sino que también es una exploración de las múltiples caras de un conflicto, así como de los juegos del poder, sus abstracciones, camuflajes y capacidad de afectación social.
Mirando a sus proyectos anteriores, podemos afirmar que la obra de López se caracteriza por su versatilidad lingüística y referencial. En numerosas ocasiones convergen en ella, de distintos modos, la pintura, el dibujo, la fotografía y escenarios narrativos tales como el cine o la literatura. Éstos son además elementos que logran sumergirnos completamente en las distintas historias a las que el artista se aproxima, y que podemos observar no únicamente como espectadores, sino con la posibilidad de generar una reflexión propia a través de cada pieza y de sus evocaciones. En esta ocasión, López parte de los ya mencionados certificados para compartir su minuciosa (y a veces intuitiva) investigación sobre varios conflictos, sobre sus posibles lecturas, la ideología que impregna a sus partes enfrentadas, y los disfraces que se colocan sobre ambas realidades.
En el espacio de la galería Rosa Santos encontramos varias pinturas de gran formato en las que el artista representa los casos escogidos para contextualizar el proyecto, además de una serie de monocromos que referencian los fondos de los mismos documentos. El detalle y la destreza que se aprecia en las pinturas permite observar con claridad las posiciones que los certificados defienden a través de su particular uso del lenguaje y de los datos que en ellos se recogen. Por un lado, en la sala inferior, apreciamos algunas de las consignas bajo las cuales se definió el enfrentamiento entre carlistas y anarquistas en la guerra civil española, así como sus distintas maneras de justificar el uso de las armas – para unos era una cuestión divina, mientras que para otros se traducía en responsabilidad social. También en las pinturas se plantean cuestiones como el significado de ser Hutu o Tutsi en Ruanda bajo la dominación belga, o incluso la paradoja (e injusticia) que lleva a acreditar a un policía sicario en Guatemala para que espíe y arreste activistas indígenas locales. Por otro lado, los monocromos que vemos en la sala superior actúan como un símbolo de la autoridad ausente, esa que se esconde detrás del permiso emitido, dando protagonismo a las realidades antagonistas del conflicto mientras que desdibuja su propia responsabilidad. Ejemplo de ello podría ser el papel determinante del legado colonial belga sobre el genocidio de Ruanda, en el que se trató de exterminar a la población Tutsi; o cómo el poder Británico apoyó con su legitimación institucional la ocupación e injustificables acciones de Israel contra Palestina.
Las dos partes que componen esta exposición se encuentran conectadas, por una advertencia que, situada entre los dos pisos de la galería, alude tanto al realismo de una parte como a la abstracción de la otra y que piensa a ambas desde una posición objetiva y conceptual. Carta de Quebrados es el título de este nuevo proyecto y exposición que, a través de las pinturas instaladas como una carta cromática, juega a ser alegoría de los colores quebrados, es decir de aquellos que se obtienen de la mezcla de los complementarios y la suma del blanco. Sin embargo esta idea se disipa cuando tratamos de reconocerla como tal en la obra de Chema López, quién aun hila más fino. Navegar por entre las descripciones antagonistas y sesgadas de los protagonistas (anónimos) de este proyecto nos confirma la ruptura que los certificados y la vida han impuesto entre lo que quizá algún día pudo llamarse complementario, pero que la ideología, el poder y los intereses políticos mantendrán necesariamente separado.
Retícula Quebrada
Galería Rosa Santos (Madrid)
Retícula Quebrada podría referirse a una impresión rota, a una fractura en el dibujo o en las divisiones con forma de celda que caracterizan a los certificados que en este proyecto se muestran. Sin embargo, si profundizamos un poco más es posible entender esa “quebrada” como la realidad social y vital de las mujeres representadas. Mujeres y familias que fueron atravesadas por la migración, el conflicto, la frontera, el viaje y el prejuicio, y cuyas vidas se resumen escuetamente en documentos de identidad, permisos de residencia y otros escritos oficiales con clasificaciones puramente descriptivas.
El gran formato y la capacidad referencial de las pinturas que Chema López despliega en el espacio madrileño de la galería Rosa Santos, nos permiten apreciar numerosos detalles en los certificados que el artista ha seleccionado para la ocasión. A través de su sencilla y geométrica composición, el lenguaje empleado y el uso de ciertos términos chirriantes –como la clasificación “hembra” en uno de ellos–, estos carnés nos sitúan ante una realidad pasada que, sin embargo, se perpetúa en el presente. Es posible afirmar, que junto con otras estructuras informativas, son las categorizaciones institucionales que comienzan a aparecer en los documentos (“inmigrante”, “refugiada”, “árabe”, “española”, etc.), las que logran instalar falsas ideas y referencias en el imaginario popular. Así, Retícula Quebrada nos plantea el reto de reflexionar críticamente sobre las distintas máscaras del poder y sobre cómo este puede manifestarte en la palabra, en la imagen o incluso en la idea con el objeto de afectar y delimitar las relaciones socio-políticas.
El proyecto de López se sirve además de las imágenes de mujeres para sugerir una asociación formal con la obra del pintor Francis Picabia. Justo hace un siglo, Picabia inauguraba la exposición “Máquinas y Españolas [2]”, en la que mostraba una serie inconexa de pinturas; por un lado unas representaciones tradicionales y exotizadas (desde una perspectiva francesa) de mujeres españolas con mantilla, y por otro lado unas abstracciones cercanas al constructivismo. La exposición de Picabia –de nacionalidad francesa, origen español y apátrida por opción–, así como sus pinturas estereotípicas de mujeres del sur de Europa y norte de África, sirven de enlace para conectar con las descripciones sesgadas y categóricas de los certificados. Asimismo, las máquinas de Picabia son referenciadas aquí a través de las creaciones geométricas que López extrae de los colores, las líneas y ejes que conforman los documentos de identidad españoles de varias mujeres habitantes del Sahara Occidental, en torno al año 1970.
No es casual ni menor el guiño que este proyecto hace a la máquina, al engranaje, al sistema y a cómo este último se construye alrededor de las vidas para diferenciar unas de otras, segregarlas y quebrarlas. Es la máquina la que expide el documento nacional de identidad, el certificado de renovación de un permiso de residencia francés con categoría de “refugiada española”, o el permiso de trabajo para una familia migrante argelina catalogada como “Espagnole”, pero también es la misma máquina la que, dominada por los engranajes del sistema deja de hacerlo en un momento dado. Por ello, al igual que la exposición de Picabia, Retícula Quebrada se muestra como un cuerpo con dos brazos, uno que recoge las representaciones de las distintas mujeres, migrantes y familias en las pinturas, y otro que se apoya en la abstracción para apuntar a las tretas y mecanismos de control que utiliza el poder. Un interesante eclecticismo reunido en la obra de Chema López para cuestionar las certezas que, a pesar de ser generadas a través de las clasificaciones e imágenes institucionales, asimilamos como intrínsecas a la razón colectiva.
Textos: Alba Folgado
* Retícula Quebrada y Carta de Quebrados son las dos partes del proyecto sincrónico que Chema López presenta en la galería Rosa Santos de Madrid y València.
[1] El antropólogo Alphonse Bertillon trabajó con la policía de París para identificar a criminales a través de la controvertida antropometría, una técnica basada en mediciones físicas y personales del sospechoso que posteriormente daría lugar a las fichas policiales.
[2] En el año 1922 la vanguardista galería Dalmau de Barcelona presenta Máquinas y Españolas, una exposición de Francis Picabia con un prólogo en el catálogo escrito por André Bretón, en la que el contraste entre las mujeres y las máquinas refuerza la ironía dadaísta.