Constituirse a través de los otros
En 2019, dentro del programa de intervenciones específicas de la I Bienal de Oslo, la artista norteamericana Lisa Tan decidió invertir el grueso de su dinero de producción en mejorar los baños de la sede de la institución, utilizados diariamente por los y las trabajadoras de la bienal, pero también por los y las artistas locales que ocupan los espacios destinados a talleres que la organización ha puesto a su disposición. En las escaleras que comunican las cuatro plantas del edificio, Tan dispuso también unas postales en las que se reproducía un texto acerca de la importancia para los artistas de mirar hacia otros artistas. En ella se citaba un breve fragmento de un texto más extenso del también artista Tom Burr que profundizaba en esa idea.
Los artistas se constituyen a través de otros artistas. Nos definimos en relación con los demás de alguna manera. Recogemos salvajemente los trozos que anhelamos y los ingerimos, convirtiéndolos en nuestra propia materia, o los escupimos en rebelión. Nos protegemos ferozmente y nos ofrecemos libremente. Proyectamos imágenes de nosotros mismos y luego residimos dentro de ellas.Creamos nuestras propias genealogías, las cuales, me gusta pensar, que al igual que las fotografías, se pueden ordenar, barajar y fijar en su lugar, solo para volver a barajarlas cuando sea necesario.
Es curioso que, justo cuando recibí la propuesta de escribir este texto para la exposición de Joan Sebastián que ahora recorres, lo primero que vino a mi mente fue ese generoso gesto de Lisa Tan y las palabras de Burr impresas en aquella postal. Al recuperarla ahora de un cajón, descubro también algo que había olvidado, y es que Tan citaba además una conferencia que el artista Alejandro Cesarco había dado sobre On Kawara dentro del ciclo Artists on Artists de la Dia Art Foundation, y en ella se citaba también el texto de Burr. En base a las palabras de Cesarco, Tan confesaba que viendo el trabajo de On Kawara, en una ocasión se echó a llorar.
Dice Nacho París que el trabajo de Joan Sebastián se inscribe en una larga tradición de propuestas en torno a la temporalidad y sus narraciones. Creo que no se trata de estar o no de acuerdo, eso es así. Sobre esa relación de sus dibujos con el tiempo he podido leer certeras reflexiones, de ahí que mi intento de aproximación quiera emitirse en otra dirección y haya tomado como punto de partida la idea de constituirse a través de otros.
Capturas se arma en base a un conjunto de dibujos que parten de una selección de influencias o admiraciones por otros artistas. De algún modo Joan Sebastián señala a On Kawara, Toba Khedoori, Mark Manders, Miriam Cahn, Mladen Stilinović, Robert Longo y Vija Celmins como posibles culpables de lo que su trabajo es hoy, y como consecuencia ha dedicado los últimos años a producir a partir de esta suerte de tributo que no sólo cobra forma por separado, dibujo a dibujo, sino que él lo ha entendido como un proyecto de exposición colectiva posible, en la que en un hipotético caso, estos podrían substituirse por los originales, los que le han servido de modelos, y Sebastián se diluiría en consecuencia. Yo adoro el encanto de un cierto tipo de libros –raros, gentiles, estimulantes- en los que un artista explica por qué admira a otro, dice Enrique Vila-Matas en relación al libro que Alain Robbe-Grillet tituló Por qué me gusta Barthes. [1]
No obstante, el juego de Joan, refiriéndome a juego del modo en que Mladen Stilinović lo aborda, como un dado en cuyas seis caras aparece escrito lo mismo (BOL = dolor), es algo a medio camino entre el entretenimiento y la decisión de desaparecer, de disolverse en el trabajo de los demás, esos que él considera referentes. Es, aunque pueda sonar excesivo, pagar la inmortalidad de los otros con la muerte de uno mismo. Stilinović se pregunta ante el dolor: ¿qué dolor?, ¿el dolor de quién?, ¿de dónde viene el dolor?, como si el dolor tuviera que ser explicado, analizado. No hay nada qué explicar. El dolor está ahí. [2]
Aparecen en estas capturas de Joan Sebastián una serie de datos que nos hablan no sólo de la admiración o la influencia. En todas ellas permanece un rastro técnico, el del dibujo emergiendo sobre el papel, reproduciendo con lentitud y detalle no únicamente lo lento y detallado que hay en algunos de los trabajos de estos artistas, sino también el gesto inmediato, el garabato que aflora en los dibujos de Miriam Cahn o Mark Manders, en esa firma realizada sobre un telegrama de On Kawara a Sol LeWitt, o en el Pollock o el Motherwell dibujados a partir de los que ya reprodujo Robert Longo. Esto es, el gesto del expresionista abstracto contenido en el dibujo metódico de Longo, y acto seguido el de Longo en el de Sebastián, como si de una puesta en abismo se tratara.
Pero no es ese el único rastro que permanece. También perdura el digital, el que lo delata y deja constancia de cómo observamos el arte hoy. Podría no entenderse como un gesto muy cuidadoso el hecho de que todas las imágenes hayan sido tomadas de internet. Y no sólo de internet, sino de las páginas web de las galerías que representan a esos artistas, de las ferias que los ofertan o las colecciones a las que ya pertenecen. Como si el artista como artista ya no existiese sin esa estructura que lo visibiliza y ratifica.
Lo que subyace en esta serie de dibujos es un modelo plenamente extendido que alude al modo en que consumimos arte hoy. Quizás la pandemia y la obligación de permanecer durante semanas en casa hayan agudizado esta tendencia que llevaba años cocinándose. Ya no nos sorprenden los montajes ni los encuadres fotográficos pensados para ser vistos a través de una pantalla de ordenador o desde un teléfono móvil. Los formatos han cambiado, y ahí se inserta la decisión de Joan Sebastián. Emular al copista que durante horas permanece frente a la obra de una gran pinacoteca, o al plenairista que recrea el encuadre que otros vieron antes; pero hacerlo desde casa, frente al ordenador y al calor del hogar. Ahora sé que Capturas había comenzado a tomar forma antes del confinamiento de marzo de 2020, sin embargo fue a partir de ese instante cuando cobró total sentido hacerlo de este modo y evidenciarlo mediante su rastro digital.
Entiendo que el artista que crea imágenes es de algún modo atravesado por su propio ego, por el convencimiento de que en ellas existe algo que podría curarlo, y así mismo las ofrece como curativo para que quien las contemple se sienta también atravesado. En las imágenes que Joan dibuja, la curación es únicamente suya, y me atrevería a decir que dura estrictamente las horas y días que el dibujo demora en completarse. Es básicamente hacerlo para uno mismo, y que el resultado no sea sino el resto de una catarsis que atestigua, como también On Kawara lo hacía, que pese a todo uno todavía está vivo. Solo de este modo se entiende que trabajos como el de Joan tengan lugar. Considerémonos afortunados entonces porque todavía queden artistas que lo entiendan así.
Ángel Calvo Ulloa
[1] Enrique Vila-Matas, Marienbad eléctrico, Seix Barral, Barcelona, 2016.
[2] Mladen Stlinovic, Acerca del poder, el dolor y…, en 1+2 ≡ Mladen Stilinović, MUAC – UNAM, Ciudad de México, 2015.